lunes, 31 de octubre de 2011

INTRODUCCIÓN AL ESPÍRITU DE LA LITURGIA - RESUMEN

PARTE 1               LA ESENCIA DE LA LITURGIA
C.1   Liturgia y vida: El lugar de la liturgia en la realidad

 Cuando Moisés pide al Faraón que los deje salir, es porque Dios les ha dicho que tienen que adorarlo en el desierto (Ex 7,16): este es el verdadero motivo del Éxodo, pues en el Sinaí, al adorar a Dios, van a conformarse como un verdadero Pueblo, con una moral y un modo de adorar a Dios concreto.

No pueden separarse Adoración, Derecho y Ética, pues estas últimas sin la primera llevan a una reducción o empequeñecimiento del hombre: no hay un norte o piedra segura a la que aferrarse (un “ser” al que se rinde cuentas, tal que se llega a las dictaduras ideológicas del siglo XX).

La Liturgia es la adoración debida a Dios, pero es Él quien se revela y decide cómo debe ser adorado (Ex 8,27) para que entremos en su vida: no es invención de ritos por parte de los hombres, pues equivaldría a someter a Dios a nosotros, como quisieron hacer con el becerro de oro.


 Así, según Ireneo, la “Gloria de Dios es el hombre viviente, pero la vida del hombre es la visión de Dios” (Adv. Haer. 4,20,7): es decir, vivir tal como Él nos pensó y adorarlo es nuestra vida plena.

C. 2 Liturgia – Cosmos – Historia

 El sentido del relato de la Creación (Gen 1-3) es mostrar que ésta ha sido pensada como el lugar en el que se debe dar la “Alianza de Dios con los hombres: sólo respetando esta Alianza los hombres serán verdaderamente libres e iguales entre sí (Por eso los sistemas ateos o anticristianos oprimen al ser humano).

La esencia del sacrificio y de la adoración no es tanto destruir algo, sino la unión del hombre y de la creación con Dios: “perder la vida” (Mc 8,35; Mt 10,39) para que Él sea todo en todo (I Cor 15.28).

Recuerda que el exitus-reditus había sido conocido en la tradición de los Padres de la Iglesia, pero también en otras religiones, así como en un gran filósofo de la antigüedad, Plotino (205-270 d.C. / Neoplatonismo), que entendía el exitus como la aparición del ser-no-divino al caer desde las alturas de lo divino, tal que la “finitud” es el peso del que hay que liberarse, y esta liberación sería la Redención, el reditus.

Pero para el pensamiento cristiano, el exitus no es algo negativo sino positivo: es el acto creador de Dios, tal que el ser creado existe como algo bueno (Y vio Dios que era bueno); en el ser humano, esta bondad está ordenada al retornoreditus– libre hacia Dios, una respuesta libre al amor de Dios; la vida como un diálogo amoroso. Si la respuesta es “No”, se da efectivamente la Caída, el no querer depender de Dios, la propia autonomía.

Para conseguir ese reditus –Redención– hace falta un Redentor, que como el Buen Pastor, lleva sobre sus hombros a la oveja herida, la cura y la pone en condiciones de volver, pero a través de su Sacrifico en la Cruz, que no es destrucción sino una nueva Creación, tal que la adoración será participación en la Pascua de Cristo.

C. 3 Del Ant. Testamento al Nuevo:… la Liturgia Cristiana

Al detener a Abraham para que no sacrifique a Isaac, sino a un cordero, Dios establece el “sacrificio representativo”; en Exodo 12 (Moisés) se concreta aún más el modo de sacrificar, al hablarse del Cordero Pascual que rescatará a todos los primogénitos que debían consagrarse al Yahvé; en el NT será Jesucristo el primogénito que rescatará a todos.

Sin embargo, ya los Profetas (siglo X A.C.) denuncian o cuestionan esa forma de sacrificio (representativo), que había dejado de agradar a Dios por la superficialidad (I Sam 15,22; Os 6,6); también Cristo denunciará dicha forma de adoración (Mt 9,13; 12,7), tal que Él es el “nuevo Moisés” que llevará al pueblo a adorar a Dios, no ya en un Tabernáculo o Templo con sacrificios de animales, sino en “espíritu y en verdad” a través de su Sacrificio en la Cruz (así se enmarca la expulsión-purificación que Jesús hizo de los mercaderes en el Templo).

De hecho, durante el Exilio (VI A.C) ya Israel había tenido que ver la forma de adorar (gr: thusia) a Dios “sin el Templo”, y algunos grupos –como los esenios– no reconocieron después la validez del Templo re-edificado por Herodes. En el período helénico (IV-II A. C.), se acentuó en algunos judíos la necesidad de dirigirse a Dios más a través de la oración, de la palabra, entendiéndose así el “sacrificio” como “oratio”.

De hecho, algunos de los Padres de la Iglesia verán la Eucaristía esencialmente como “oratio”, Sacrificio en la Palabra, en el Verbo hecho carne. De esta manera, la Eucaristía llega a ser como el punto de encuentro de todas las formas de adoración en el AT –y en la historia religiosa del hombre–: es, finalmente, el recto culto (gr: logike latreia) en “espíritu y en verdad”.

PARTE 2               TIEMPO Y ESPACIO EN LA LITURGIA

C. 1        La relación de la Liturgia con el tiempo y el espacio    (Leerlo varias veces)

Si la adoración cristiana prescindió del Templo ¿Es necesario un tiempo y espacios sagrados para adorar a Dios? ¿No basta con encontrar a Dios en nuestra vida cotidiana?

En Apocalipsis (21,22ss) la Nueva Jerusalén ya no necesita un Templo, pues Dios Todopoderoso y el Cordero son el mismo Templo… pero todavía no hemos llegado a esa Ciudad, sino que estamos en una etapa de transición.

La PMR (Pasión, Muerte y Resurrección) de Cristo es un evento que ocurrió una sola vez (lat: semel, Gr: ephapax; Hebr 9,28;  I Cor 15,6), pertenece al pasado y al presente, pues ocurrió para redimir cada presente, tal que se hace eterna. Así, en la obediencia de Jesús la voluntad humana es insertada en el eterno Sí del Hijo al Padre (S. Máximo el Confesor): nuestra obediencia se inserta en la obediencia de Cristo.

La Liturgia cristiana no es algo del pasado, una simple comida, sino contemporaneidad con el Misterio Pascual (PMR) de Cristo, con el identificar nuestra vida –moral– a la de Cristo. Tanto así, que en los primeros siglos se veía a los martirios como Eucaristía: la más extrema actualización de un cristiano al hacerse contemporáneo de Cristo, identificando su entrega con la de Él.

Cristo ha construido el puente hacia Dios que nosotros no podíamos construir… es más, Él es el Puente. El reto está en dejarnos abrazar por sus brazos extendidos para acercarnos a Él: nos santifica con una santidad que ninguno de nosotros podría jamás haberse dado a sí mismo. Nos incorpora a ese gran proceso en el que el mundo se mueve a que Dios sea “todo en todos”.

Por esto necesitamos lugares y tiempos litúrgicos (sagrados), para que a través de signos aprendamos a ver el Cielo.

C. 2        Lugares sagrados: el edificio de la Iglesia

Sobre la ubicación del Sancta Sanctorum de Israel, que luego estaba vacío, pues ya no estaba el Arca de la Alianza, pero los judíos seguían rezando en esa dirección, pues allí estuvo –o estaba– el símbolo de la presencia de Yahvé.

Para los cristianos de los primeros siglos, la “orientación” para rezar y del altar era el “Oriens” (Este): Oriente, donde surge el Sol que es Cristo; este altar abre al espacio de comunión con el Cielo.

También en la liturgia cristiana-oriental, se cubre con una cortina el Altar, como con el Sancta Sanctorum.

C. 3        El Altar y la dirección de la oración litúrgica

 En la construcción de los edificios antiguos de culto cristiano también influyó esa orientación, colocando a los lados el baptisterio y el confesionario, así como un lugar para el coro; también para judíos y musulmanes ha pervivido la costumbre de rezar orientados hacia el lugar de la Revelación. Sin embargo, para los hombres occidentales modernos, una manera abstracta de pensar ha influido: como Dios está en todas partes, es indiferentes hacia qué dirección rezar, pues siempre nos oye.

En Occidente, la cátedra del Obispo se colocó en el centro del ábside (lat. “Bóveda”), para que la gente pudiera escucharlo; pero también comenzó a colocarse allí cerca el altar (en la Basílica de S. Pedro, además, por la razón de colocar el altar sobre la Tumba del Apóstol: este modelo fue copiado en varias iglesias de Roma).

Como la Basílica de S. Pedro estaba orientada hacia el oeste, el celebrante tenía que ver al pueblo para celebrar hacia el este: así se consolidó la praxis actual, que además se ve como “lógica” y se veía absurdo el celebrar “de espaldas al pueblo” o “hacia la pared” (Oeste). Sin embargo, actualmente se ha dado una “clericalización “ del escenario, tal que el sacerdote es el “presidente” y centro: todo depende de él y de su “creatividad”, así como de los que le ayudan (lectores, cantos, etc), tal que les parece incómodo tener que seguir unas reglas o patrones fijos.

Sin embargo, de la manera anterior, la comunidad como que se “encierra en sí misma”, olvidándose que el gran acontecimiento es el Señor, el Oriens al que todos deben dirigirse (“Conversi al Dominum”).

C. 4        La reserva del Santísimo

Algunos dicen que la Eucaristía es un don para comer, no para contemplarlo… El Autor recuerda que es verdad que ha habido una profundización teológica en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, pero que desde el inicio, los Padres de la Iglesia tenían conciencia de esa presencia, tal que después de la Misa se reservaba el Santísimo para llevarlo a los enfermos.

En la Edad Media se profundizó en la contemplación de esa Presencia, tal que de manera espontánea, el Sagrario vino a ocupar el lugar de la antigua y desaparecida “Arca de la Alianza” de los judíos: es el Sancta Sanctorum, la Shekinah, donde habita el Dios Todopoderoso, sea en una humilde parroquia o en una gran catedral.

También, “comerlo” implica “adorarlo”: entrar en Comunión con Él, dejarse transformar por Él.

C. 5        Tiempo Sagrado

Todo tiempo es tiempo de Dios; el tiempo de la Iglesia es el “tiempo intermedio” hasta llegar a los nuevos Cielos. Hay también un tiempo cósmico (Sol, luna), que marca nuestra existencia; pero también un tiempo en cada árbol, planta o animal. Pero los lugares (espacios) sagrados de la liturgia están también orientados hacia el tiempo (el Oriens = Este), por lo que el tiempo y el espacio están conectados.

En la liturgia judía –parte heredada por los cristianos– hay 2 modos de marcar el tiempo litúrgico: el cósmico (Sábado, fiestas de cosecha…) y el que recuerda las intervenciones de Dios en la historia.

Cena, Cruz y Resurrección están unidas: cada una da sentido a las otras: la mañana del 3er día es el nuevo día de Dios, donde se rehizo la Creación: participamos en Su glorificación, se pasa del Sabbath al Día de la Resurrección.

Así el Domingo es el día que mide el tiempo de los cristianos, el que orienta su vida: Cristo sabía que su muerte no sería accidental, sin importar en qué tiempo, pues tenía que ser en “su hora”: y fue durante la Pascua Judía, pues Cristo sería el nuevo Cordero sacrificado.

El monoteísmo se arraigó en los pueblos nómadas, que se guiaban por el Sol y la Luna, y no en las grandes ciudades fértiles de Mesopotamia, donde se había deificado la tierra; el monoteísmo arraigó en el pueblo (hebreo) que tenía a Dios como compañero en sus viajes.

La controversia sobre la fijación de la fecha de la Pascua en la antigüedad, era porque el Asia Menor se celebraba el 14 de Nisan, como los judíos; pero en Roma la costumbre era el día Domingo. La controversia no se resolvió hasta que el Conc. de Nicea (325) acordó que sería el Domingo después de la primera luna llena de primavera. Así el calendario solar y lunar fueron conectados.

A la luz de la Pascua, los cristianos se comprenden a sí mismos como un pueblo que verdaderamente vive: Cristo ha vencido a la Muerte, y los cristianos han descubierto la verdadera vida: “Esta es a vida eterna, que ellos conozcan al único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tu has enviado (Jn 17,3).

Vemos, por tanto, que la Pascua de Cristo está conectada al calendario cósmico, por lo que el Calendario cristiano no puede ser manipulado a la voluntad de alguien.

Existen testimonios desde S. II (Tertuliano), que los judíos consideraban que la creación del mundo había sido un 25 de Marzo (equinoccio primavera), al igual que el Sacrificio de Abraham; también se celebraba el 25 de Marzo el nacimiento de Cristo; aunque en el siglo III se decidió celebrar ese día mejor la Anunciación del Ángel a la Virgen tal que el Nacimiento sería 9 meses después, el 25 de Diciembre (Nota: recordar el 25 Kisleu: purificación del Templo por los Macabeos). Por esto, ya no se consideran sostenibles las teorías que dicen que los cristianos escogieron el 25 de diciembre para contrarrestar la fiesta del nacimiento de los dioses míticos de Alejandría, o el Nacimiento del Sol en el Imperio Romano.

Surgimiento de otras fiestas, relacionadas con las anteriores: Epifanía, Juan Bautista (24 de Junio: solsticio de verano: el día comienza a decrecer: conviene que Él crezca y que yo disminuya); las fiestas de los Santos (como constelaciones), etc.

PARTE  3                             ARTE Y LITURGIA

C. 1        La cuestión de las imágenes

En el AT, Dios prohibió hacer imágenes (Ex 20,4), pero también permitió hacer (Ex 25,18-20). En el NT (y en el judaísmo de los primeros 3 siglos d.C), las imágenes –al igual que las fiestas litúrgicas– no sólo recuerdan hechos salvíficos, sino que los hacen presentes: traen la esperanza debida a la Resurrección de Cristo. De hecho, los Ángeles junto a Cristo muerto en la Cruz, son una continuación de los Ángeles que velaban por el Arca de la Alianza

A mediados del siglo VI se descubrieron dos “acheiropoietos” (hecho sin mano): imagen no hecha por mano humana y que trae el verdadero rostro de Cristo. Una se llamó “camulianium”, y es la imagen de Cristo en el manto de una mujer; la otra es el “mandylion”, que parece es el mismo Manto de Turín. Ambas generaron una gran veneración y fueron modelos de iconos, pero se corría el riesgo de venerar más la imagen que los Sacramentos: por esto surgió el movimiento Iconoclasta, que pretendía corregir la supuesta desviación, pero también tenía motivación política, pues al Emperador Bizantino le venía bien no tener imágenes como los judíos y musulmanes, en especial, por la vecindad con el Imperio musulmán. Por ello decidieron usar sólo cruces sin Crucificado.

Sin embargo, el II Nicea (7º Ecuménico, 787) recordó que el Icono resume la Encarnación: en Jesús Dios se deja ver, para que vayamos a la Trinidad… Esa es también la función del icono: apunta a una realidad más profunda; por eso, el “movimiento Iconoclasta” no es válido y es una herejía.

El “movimiento iconoclasta” se hace una Teología apofática (negativa): nada podemos decir del Totalmente Otro, pues supera nuestras imágenes y conceptos… Pero esto es una gran soberbia, es negar que Dios puede –y lo ha hecho– revelar su Rostro a nosotros.

Explica los tipos de imágenes en las Iglesias: el Románico (hasta el s. XIII: abierta al Misterio); luego el Gótico (representa hechos históricos: Pasión, Muerte; vidrieras: luz y fe); Renacentista (exalta la belleza del ser humano: es arte religioso, pero ya no sacro, en el sentido que valora demasiado la “calidad” del dibujo: quizá a esto reaccionó en parte la iconoclasia de la Reforma); el Barroco nace de las orientaciones de Trento y confirma el carácter didáctico del arte: busca introducir al creyente dentro de la liturgia del Cielo, en el mundo de Dios; el Arte Contemporáneo refleja la crisis del ser humano: por el Positivismo ya no está abierto a la trascendencia, le interesa sólo el dato objetivo –“la foto” – tal que se deriva en un mundo gris o en un arte de inventiva arbitraria que no conecta con lo divino: es un “espíritu creador” humano que no percibe al Creator Spiritus.

Las imágenes de la Historia Bíblica tienen un lugar privilegiado en el arte sagrado, pero también lo son las imágenes de los Santos, que son el fruto producido a través de la historia de Cristo, el grano de trigo que ha muerto. Sin embargo, las imágenes de Cristo y los Santos no son fotografías, sino que partiendo de una visión interior –de fe– nos llevan a una visión más allá de lo sensible.

C. 2        Música y Liturgia

La importancia de la música en la religión bíblica se ve en el hecho que el verbo “cantar” (o palabras como “canto”) aparece 309 en el AT y 36 en el NT: cuando un hombre entra en contacto con Dios, las palabras no bastan. Israel canta su liberación de Egipto al cruzar el Mar Rojo (Ex 15,1) y la Iglesia canta en la Vigilia de la Resurrección su liberación de la esclavitud del pecado y la muerte, como en el Apocalipsis (15,3).

El Libro de los Salmos es también un libro de cantos por excelencia, pues aunque no conocemos la cadencia, sí algunos de los instrumentos que se utilizaban en la liturgia de Israel. Además reflejan la totalidad de la vida humana: lamentación, queja, acusación, dolor, miedo, esperanza, alegría, gratitud, etc. Por esto llegó a ser el libro de canto de la primitiva Iglesia.

En el Cantar de los Cantares –cantos y serenatas de amor humano- se refleja el amor de Dios por el pueblo de Israel; los Profetas verán la idolatría de Israel como prostitución; los ritos de fertilidad y prostitución en el templo estaban relacionados en las culturas alrededor de Israel. De hecho, la relación de Dios con Israel se verá como promesa esponsal y matrimonio. También Cristo se presentará como el novio y aún hasta en el Apocalipsis todo gira en torno a las Bodas del Cordero. La Eucaristía tiene también un carácter esponsal, donde el que comulga se hace, no una sola carne, sino un solo espíritu con Cristo. S. Agustín dirá que “cantar es cosa de amante”, y como el Espíritu Santo es amor, es de Él de quien procede el canto que nos lleva a Cristo y al Padre: la Trinidad.

¿Es posible la inculturación del canto? La Iglesia primitiva compuso algunos cantos con base al AT (Magnificat, Benedictus) y otros que relataban el misterio de Cristo (inicio de S. Juan, Flp 2,6-11; I Tim 3,16ss, etc), tal que se popularizó el cantar o componer himnos. Incluso Plinio el Joven (S. II d.C., Gobernador de Bitinia), relata que los cristianos cantaban himnos a la divinidad de Cristo. Sin embargo, se corría el riego –al pasar al Logos griego– de dejarse llenar de misticismo por el cual se podía meter –y de hecho sucedió– el Gnosticismo. Por eso el Conc. de Laodicea emitió normas severas que regulaban el canto y su composición, recomendando especialmente sólo el canto de voces.

La polifonía se desarrolló en la Edad Media y también regresaron los instrumentos, pero comenzó a darse un exceso de “inspiración artística”, tal que el canto eclesial de alejaba de la liturgia y parecía más canto profano, por lo que intervino el Conc. de Trento (1545-1663). Algo similar sucedió a inicios del siglo XX, cuando S. Pío X tuvo que intervenir para evitar la influencia de las óperas y grandes composiciones de Bach y Mozart en las Misas, distinguiendo entre “música litúrgica” y “música religiosa en general”, y presentando –mas bien– el canto Gregoriano y la Polifonía como el estándar de música litúrgica.

Actualmente nos encontramos con otro problema sobre la música litúrgica. Existe una música de masas, industrialmente producida (Pop music), que en última instancia debe ser descrita como el culto a lo banal; por otra parte, el Rock es una expresión de las pasiones elementales, y los Festivales de Rock –con sus efectos de luces– son como una forma de adoración que se opondría a la adoración cristiana. Propone redescubrir la “música-orden” del Universo (“cosmos” significa también “orden” en gr), tal como Platón, Aristóteles y S. Agustín, “orden” que en definitiva viene de la Trinidad: Padre, Logos y Pneuma.

PARTE 4                              LA FORMA LITÚRGICA

C.  1       Rito

Actualmente “rito” es una palabra que no suena bien a muchos, pues recuerda rigidez o restricción, opuesta a la creatividad propia de una liturgia viva. Sin embargo, en el Siglo II, el jurista romano Pomponio Festo, definió el rito como “práctica aprobada en la administración de un sacrificio”, es decir, el modo correcto de ofrecer un sacrificio a la divinidad, que es lo que realmente desea la persona.

En el lenguaje cristiano, ortodoxia no significa solo “correcta doctrina u opinión”, sino también “correcto esplendor”, es decir, la “gloria de Dios”: así, el rito es la correcta forma de adoración a Dios, la cual ha sido realizada por Cristo en su PMR: el rito para nosotros será acompañar a Cristo en ese viaje Pascual, que se actualiza en la Eucaristía.

En el 6º  canon del Concilio de Nicea (325), se habla de las 3 sedes primaciales: Roma, Alejandría y Antioquía (Siria), añadiéndose un poco después en el tiempo –y adquiriendo gran importancia– Bizancio (la “nueva Roma”). De hecho, Antioquia (Siria) –donde se acuñó el término “cristianos”– era la capital cultural de la zona donde tuvo lugar la Divina Revelación, y en ella se desarrollaron varios ritos litúrgicos (Siro-Malankar, Maronita o del Oeste de Siria, Caldeo o del Este de Siria, etc.).

Lo importante de estos ritos, es que surgieron a partir de la predicación y praxis de los Apóstoles, los cuáles sí sabían cómo adorar al verdadero Dios Uno y Trino: El rito Caldeo se basa el S. Tomás Apóstol; los ritos Copto y Etíope fueron influenciados por la liturgia de Alejandría, la cual desarrolló la liturgia de S. Marcos; el Rito Armenio se basa en una Tradición que parte de S. Bartolomé y S. Judas Tadeo. En el siglo V, S. Juan Crisóstomo llevará la liturgia de Antioquia a Bizancio (adoptada también por los pueblos eslavos).

En Occidente surgieron 3 grandes ramas litúrgicas: la de Roma (similar a la del Norte de África), la Galicana (Galia) y la Mozárabe (España), las cuales se relacionaron y prevaleció el Rito Romano o Latino, caracterizándose por una brevedad y sobriedad de las acciones litúrgicas. En el Vaticano II se devolvió aún más al Rito Romano su pureza, eliminando elementos galicanos.

Conclusiones:

Los ritos surgen de los lugares donde se originó la Revelación y tuvo lugar la predicación apostólica (Tradición): por tanto, no son solo productos de la “inculturación” (aunque lógicamente se han incorporado elementos de las diferentes culturas), sino formas de la Tradición apostólica.

Los ritos no están opuestos o desconectados entre sí, sino que se han influenciado mutuamente (Romano, Bizantino, Eslavo, etc), y a la vez crearon comunión y unidad entre diferentes culturas y lenguajes, escapando al control de  Iglesias individuales o regionales, tal que la “no espontaneidad” pertenece a su esencia: cuando yo me acerco a un rito, me acerco a algo no creado por mí, algo que es más grande que mi: la Divina Liturgia. El Papa está atado a la Tradición, la cual custodia, y no es que tenga un poder ilimitado que degenere en una ilimitada improvisación de ritos.

La Divina Liturgia –similar que la Biblia– ha sido elaborada por seres humanos, pero contiene una exposición esencial del legado bíblico, y es como esas grandes confesiones de fe de la Iglesia de los primeros tiempos, que luego se desarrollaron bajo la guía del Espíritu Santo.

La historia de la Reforma de Lutero (“sola Scriptura”) habría sido diferente si él, al mantener la autoridad de las primeras confesiones de fe, también lo hubiera hecho de las tradiciones litúrgicas.

C.  2       El cuerpo y la liturgia

Hay que preparar, entrenar (training, ascesis) el cuerpo (la persona) para participar en la liturgia; cumplir el “hágase tu voluntad” (a normas litúrgicas, p. ej.), es estar en el Cielo.

La formación litúrgica de algunos sacerdotes y laicos causa tristeza: queda mucho por hacer.

Sobre arrodillarse en la Biblia (AT; NT: Flp 2: Toda rodilla se doble); la danza no pertenece a liturgia cristiana, sino que era elemento gnóstico que pretendía reemplazar al sacrificio de la Cruz (diferente es llevar en África las ofrendas hacia el altar en una procesión rítmica). Los asiáticos en lugar de arrodillarse se sientan para rezar (meditar), pero eso es como “ensimismarse”, en lugar de pedir a otro.

El pan y vino no son “dones mediterráneos” (y, por tanto, pueden sustituirse por otros, según la cultura), sino designio de Dios, que eligió esa época y lugar para enseñarnos cómo adorarle.

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