sábado, 11 de febrero de 2012

EL LIRIO COMO SÍMBOLO CRISTIANO

Origen del nombre e historia
El nombre del lirio tiene un origen preclásico; de hecho, deriva del nombre griego leirion y del romano, lilium.
Sentimientos & simbolismo
En el simbolismo cristiano, el lirio representa la pureza, la castidad y la inocencia. Los bouquets de lirios blancos son muy populares en los hogares cristianos durante la Pascua, ya que simbolizan la resurrección de Cristo.
Dice una leyenda que el lirio brotó de las lágrimas de Eva cuando ésta, luego de ser expulsada del Edén, descubrió que estaba embarazada. Otro relato folclórico dice que los lirios nacen por sí solos, sin que los plante ninguna mano humana, en la tumba de las personas ejecutadas por delitos que no cometieron. Algunos creen que plantar lirios en un jardín lo protege de fantasmas y malos espíritus.


En China, el lirio del día es el emblema de la maternidad. Soñar con lirios en primavera es un augurio de matrimonio, felicidad y prosperidad; soñar con ellos en invierno anuncia esperanzas frustradas y la muerte prematura de un ser querido. Se decía que los romanos curaban los callos con jugo de bulbos de lirio. En las antiguas ceremonias de casamiento griegas y romanas, en la corona de la novia se colocaban lirios, símbolo de la pureza y la inocencia, y trigo, símbolo de la fertilidad. Tiempo atrás, los españoles creían que comer los pétalos de un lirio devolvía la forma humana a una persona que había sido transformada en bestia. En la época medieval, simbolizaban la sexualidad femenina.
Significado de los colores
En general, los lirios indican pureza de corazón. Los lirios blancos vienen en una variedad de colores; la mayoría de las personas asocian de inmediato los lirios con el blanco, que significa inocencia y dulzura. Se considera que el lirio blanco es la flor especial de la Santa Virgen, ya que el folclore cristiano dice que los lirios eran amarillos hasta que la Virgen María se inclinó a recogerlos. Los lirios amarillos expresan gratitud y alegría.
Novena de la Asunción de la Santísima Virgen
Cautivados por el resplandor de tu celestial belleza e impelidos por las angustias del mundo, nos arrojamos en tus brazos, oh Inmaculada Madre de Jesús y Madre nuestra, María, confiando encontrar en tu amantísimo Corazón la satisfacción de nuestras fervientes aspiraciones, y el puerto seguro en medio de las tempestades que por todas partes nos apremian.
Aunque abatidos por las culpas y abrumados por infinitas miserias, admiramos y cantamos la incomparable riqueza de los excelsos dones de que Dios te ha colmado por encima de cualquier otra pura creatura, desde el primer instante de tu Concepción, hasta el día en que, tras la Asunción a los cielos, te ha coronado por Reina del Universo.
Oh límpida fuente de fe, ¡rocía nuestras mentes con las verdades eternas! Oh lirio fragante de toda la cristiandad, ¡embelesa nuestros corazones con tu celestial perfume! Oh triunfadora del mal y de la muerte, ¡inspíranos un profundo horror al pecado que hace al alma detestable a Dios y esclava del infierno!
Escucha, oh Predilecta de Dios, el clamor ardiente que de todos los corazones fieles, se alza en esta novena consagrada a Ti Inclínate hacia nuestras dolientes llagas. Cambia el ánimo de los perversos, enjuga las lágrimas de los angustiados y oprimidos, consuela a los pobres y humildes, extingue los odios, suaviza las duras costumbres, custodia la flor de la pureza en los jóvenes, protege a la Santa Iglesia. Haz que todos los hombres sientan el atractivo de la bondad cristiana. En tu nombre que resuena armonioso en los cielos, ellos se reconozcan como hermanos y las naciones como miembros de una sola familia, sobre la que resplandezca el sol de una paz universal y sincera.
Acoge, oh Madre dulcísima, nuestras humildes súplicas y alcánzanos sobre todo que podamos repetir delante de tu trono, felices contigo, el himno que se eleva hoy sobre la tierra, en torno a tus altares.

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